Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido importó cerca de 55 millones de toneladas de alimentos por año, incluyendo más del 50% de la carne, 70% del queso y azúcar, cerca del 80% de las frutas y casi el 90% de los cereales y grasas.
Una de las estrategias principales de las potencias del eje era atacar y hundir la marina mercante que abastecía al Reino Unido, haciendo que la industria británica se resintiera y fuera más débil (véase Batalla del Atlántico).